Olivenza Gastronomía

La gastronomía oliventina es la propia de la zona extremeño-alentejana. Una culinaria propia de la vida de pastores y trabajadores del campo, donde todo se aprovechaba. Del pan duro se obtenían las sabrosas migas del desayuno o las diversas sopas, entre las que reina la «sopa de tomate», con su aromático orégano, acompañadas de higos de rey o esteveros y los ricos gazpachos. Los embutidos de carne de cerdo, cuyos ejemplares se engordaban en casa, y se mataban con los fríos de San Martín, llenaban la despensa casi todo el año: sus chorizos, diferentes morcillas (de lustre, de sábado o fariñeras), mondongos, su tocino de buena beta, lomos y morcones, secados en las inmensas chimeneas alentejanas de Olivenza y sus aldeas. La caldereta, de carne de borrego, se hacía también para las fiestas, igual que los revoltillos.

En cuanto al pescado del Guadiana y del Río Olivenza, la boga, carpa y barbo dan para suculentas recetas, como la «carpa a la papilonia» (no exactamente «al papillote»).

La pastelería de Olivenza es especialmente rica, sobre todo en fechas concretas del año como Los Santos: se comen bizcochos como el Bolo Podre, asubías (en forma de empanada dulce, con masa de garbanzo pelado) gañotes, perronillas, tomatú, mimitos, pestiños, piñonate (nogados en portugués) y, sobre todo, la famosa Técula Mécula.